La historia detrás de esta realidad no es solo interesante, sino un verdadero testimonio de la ingeniería y la planificación a largo plazo.

A mediados de la década de los 1970 las cosas no eran tan fáciles. Estos municipios sufrían de severos racionamientos de agua, principalmente por derrumbes recurrentes en la conducción desde el Río Tona, que dejaban a la ciudad sin agua durante días. Sin embargo, todo cambió cuando en 1977 el Acueducto de Bucaramanga pasó a ser el Acueducto Metropolitano. Con este cambio institucional se iniciaron ambiciosos proyectos que cambiarían para siempre el panorama del abastecimiento de agua en la región.

El primer gran paso fue la construcción del túnel del kilómetro 10. Esta obra que tomó año y medio en construirse resolvió los problemas de derrumbes y puso fin al desabastecimiento frecuente para Bucaramanga. Pero la visión no se limitó a esto.

Con una inversión de 35 millones de dólares, mediante un crédito con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se desarrolló el proyecto del Río Suratá entre los años 1980 a 1984. La construcción de la planta de Bosconia, la impulsión hasta la Planta de Morrorrico, nuevos tanques de almacenamiento y la instalación de conducciones necesarias para llevar agua a Floridablanca y Girón, mejoraron la seguridad hídrica para estos municipios.

El sistema de abastecimiento desde el Río Frío también experimentó mejoras. Se realizaron las ampliaciones y adecuaciones necesarias en la planta de tratamiento de Floridablanca, que incluso benefició a la ciudadela Real de Minas mediante la construcción de una conducción de 10 kilómetros.

Simultáneamente, el canal del Río Tona, con una extensión de 22 kilómetros, fue ampliado para permitir un mayor volumen de abastecimiento para toda el Área Metropolitana. En este mismo periodo, se estableció un programa a largo plazo de reducción de pérdidas, llegando a ser ejemplo nacional como el acueducto con menores pérdidas físicas y de facturación.

En una apuesta por el futuro, entre los años 1980 y el año 2000, el Acueducto Metropolitano de Bucaramanga adquirió y reforestó más de 11.000 hectáreas en las cuencas hídricas. Esto ha permitido que, incluso en épocas de verano, los niveles de agua se mantengan estables, asegurando el suministro a toda la zona.

Piedecuesta no se quedó atrás. Un convenio entre el Municipio de Piedecuesta y el Acueducto Metropolitano de Bucaramanga permitió realizar mejoras en su sistema de acueducto durante 8 años, en los cuales se amplió la captación y la planta de tratamiento, además, se construyeron las conducciones y tanques de almacenamiento, con una proyección a 30 años.

En el año 2000, se llevó a cabo un proyecto de nuevos abastecimientos que permitió identificar y evaluar todas las fuentes de captación para el futuro del Área Metropolitana de Bucaramanga. Entre ellas, se determinó la factibilidad del nuevo embalse de Bucaramanga, que ya se encuentra construido y se espera que entre en funcionamiento próximamente con las expansiones necesarias para el abastecimiento hacia el sur.

La historia del Acueducto Metropolitano de Bucaramanga es un ejemplo de cómo la planificación estratégica, la inversión y el trabajo mancomunado entre directivos e ingenieros lograron transformar el futuro de Bucaramanga, Floridablanca, Girón y Piedecuesta.

¿No es impresionante cómo la gestión eficiente del agua puede cambiar completamente el destino de una región? ¿Qué opina de esta historia de ingeniería como promotora del desarrollo de los ciudadanos?

Por Mario H. Torres Macías
Director de Proyectos de Consultoría y Construcción

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