Aprovechando la oportunidad que me dio Innpulsa Colombia, el Ministerio de Industria y Turismo y la iniciativa CEmprende de socializar nuestros aprendizajes como estudiantes de la innovación, ante una audiencia nacional de emprendedores, empresarios y, al final, curiosos todos, redacté este blog con las memorias para la disponibilidad de quienes nos leen y a los que saludamos con gratitud y entusiasmo.

Cuando pienso en innovación, pienso en un gran mentor que tuve a quien llaman a nivel mundial el gurú de la innovación, y doy fe de las razones que lo hacen meritorio a este calificativo. Por ejemplo, sus conferencias TED realmente abren los ojos. Pero más allá de sus tremendas capacidades intelectuales y dones negociantes, lo que primero recuerdo de Hitendra Patel es que era una persona feliz. Me enseñó muchas cosas. A mí y a varios a mi alrededor. Me la tomé en serio y busqué aprender mucho. Eso fue hace seis años atrás. En ese entonces fui contratado para pregonar su aplicabilidad, pero hoy puedo comprobar los resultados y soportarlos cuantitativamente. Resumiré aquí algunos que he usado y que funcionan efectivamente, haciendo de este un proceso divertido, aunque no fácil de llevar.

El protagonismo de la innovación en el crecimiento empresarial

Innovación, cuya madre se llama curiosidad y cuyo padre se llama ejecución, es hoy día la protagonista en la misión de sobrevivencia y crecimiento empresarial, la cual sigue una ruta sin fin atada a los verbos descubrir y crear.

El conocimiento es infinito y nunca terminaremos de descubrir las tantas maravillas que este mundo nos mantiene aún ocultas. Simplemente como humanidad nunca vamos a llegar a un punto futuro y decir: “Terminamos, ¿eso era todo? ¿Hasta aquí fue?”

Lo anterior lo menciono a manera de motivación, es decir, con el ánimo de entregar el mensaje de ¡hágalo por su buena voluntad y por las grandes oportunidades que la innovación le traerá! Implemente metodologías que garanticen la aplicación de innovación en la propia formulación y puesta en marcha de sus modelos de negocio empresarial. ¡Es chévere, divertido y genera prosperidad!

Ahora, si eso no le genera tanta emoción, puede elegir hacerlo bajo presión y, en estas situaciones, la presión es un privilegio. 

Hasta hace muy poco entendimos que nuestro competidor no es necesariamente el vecino, sino que puede ser de otra cultura, no hablar siquiera el español y vivir al otro lado del mundo. Más aún, se nos está haciendo tarde  darnos cuenta de que nuestra competencia ya no son las mentes humanas, nuestra mayor competencia no es de carne y hueso, no necesita dormir 8 horas al día, no percibe millones de emociones en un solo día (que hacen variable su productividad), no tiene limitaciones en memoria y aprendizaje y simplemente no comete errores humanos. 

La competencia ahora son las máquinas, los supercomputadores, los códigos, los algoritmos, los modelos, los robots, que con solo una pizca de inteligencia dan mejores oportunidades a quienes las usen a su favor, y dejan como unos tontos a quienes aún no las saben implementar.

Quien use mejor la máquina, sea dueño del mejor modelo, construya el mejor algoritmo, posea el mejor sistema de procesamiento y de cómputo, definitivamente tendrá mejores opciones. 

¡El futuro es de los computadores! El mercado está en ello. Grandes inversiones están puestas en la creación de una inteligencia superior. Y lo que da más escalofríos de esto es la pregunta: ¿qué va pasar cuando creemos una inteligencia superior y esta a su vez pueda superarse a sí misma sucesivamente? Entonces, ¿vamos a dejarnos a esta suerte o vamos a tomar acción?

Lo que se está construyendo en el mundo digital es simplemente “bestial” y no nos estamos dando cuenta, pero nuestra realidad ya es en gran porcentaje virtual. Hay gente que realmente vive más tiempo en el mundo digital que en el real. Sinceramente, el mundo digital ofrece mucho bienestar, y en la innovación hay que saber usar la digitalización.

Y es que los tiempos han cambiado drásticamente. Por ejemplo, si estuviésemos en los años 100 d.C. y viviéramos en la antigua Roma, muy seguramente haríamos parte de alguna legión y con orgullo entregaríamos la vida en combate para expandir las fronteras en la Galia o por el Danubio. Estaríamos convencidos de que el sentido de las civilizaciones y nuestro propósito en ellas es esclavizar, sitiar y someter ciudades de otros imperios, ejecutar emperadores y maldecir a los dioses de otros territorios. Toda la vida sería una sola violencia. La misma historia se repetiría si hubiésemos sido persas, chinos, aztecas, vikingos o inclusive incas o quimbayas. 

Pero el ser humano de a poco, sobre todo el del último siglo, ha crecido su conciencia respecto a la territorialidad (obviamente aún con grandes excepciones), y también ha mejorado su sistema de justicia ante la criminalidad en todas sus proporciones. En otras palabras, el ser humano hoy en día pierde menos tiempo matándose entre sí y es consciente de que aumentar su prosperidad, su longevidad y su felicidad es mejor camino que crecer su territorio, que torturar al prójimo y colocar en riesgo su propia vida. 

Hoy los imperios son comerciales. El ser humano se ha dado cuenta de que en paz se vive mucho mejor y que el modelo gana-gana que propuso John Nash en su reformulación de la economía de la última generación nos pone a vivir mejor a todos. Los imperios de hoy día trascienden fronteras, culturas, idiomas, religiones, y se llaman Apple, Google, Samsung, Toyota, Fifa, Meta, J.P. Morgan, New York Times, Amazon, etc. 

Sea lo uno o lo otro, nuestra historia ha estado centrada en la competencia, y en esta competencia comercial debemos estar, queremos estar y sabemos que podemos competir sin importar con quién. 

Lo siguiente a exponer, es una metodología que eficazmente implementaron grandes compañías hace unos años, con la ventaja de que cualquiera la puede hacer, sin importar su presupuesto. 

Metodologías democráticas para la innovación

Hace un par de semanas, cuando Gustavo García cordialmente me invitó a dar esta charla, me pregunté: ¿por qué yo? Personalmente, no me considero innovador, aunque ese adjetivo pueda sonar seductor y tentador de auto adjudicar. 

Sí reconozco, sin embargo, mi naturaleza inquieta, impaciente y algo rebelde en seguir corrientes comunes con resultados predecibles. Considero más emocionante aprender, explorar, descubrir y exponerme a los resultados aleatorios que traen los escenarios de incertidumbre. Pienso que la monotonía, como la que canta Shakira, no es saludable y no es sostenible. Estoy convencido de que el peor riesgo es no tomar riesgos, y que el peor sitio para estar es el mismo sitio en el que ya se ha estado mucho tiempo.

Creo  que crecer hace parte de nuestra naturaleza y que las limitaciones, principalmente la mentales, perjudican y enclaustran la libertad que nosotros mismos profesamos.

Aún creyendo que el título innovador pueda ser algo pretencioso de autoasignar, sí puedo decir que en nuestro grupo de empresas somos unos leales estudiantes de sus prácticas. Somos “evangelizadores” empresariales de su aplicación y damos fe de que los resultados que se obtienen al implementar metodologías de innovación son realmente asombrosos.

Si bien la innovación tiene particularidades que las personas metódicas pueden atribuir sólo a personalidades creativas, este espacio busca precisamente poner a disposición de todos distintas ideas, prácticas, actividades, modelos y demás descripciones que todos aquí, sin importar su industria, sus capacidades y sobre todo sus presupuestos, puedan aplicar en la función de generar valor.

Por ejemplo, el tema del presupuesto es el achaque de muchos para rechazar la innovación. A ellos, solo puedo decir: “la plata vuelve al empresario tonto y dependiente”. Esta es una frase que en algún momento le escuché decir a Hitendra Pattel, quien es el fundador y cabeza de IXL Center, firma consultora oriunda de Boston y líder mundial en innovación, con quien tuve la fortuna de trabajar durante tres años, implementando sistemas de Innovación a más de 500 empresas grandes del país. La innovación no debe depender de grandes inversiones para máquinas de prototipado o de impresión 3D o de contratar a un gerente que llegue a la empresa hablando en spanglish.

La innovación, como la presentaré aquí, si bien se ve como un proceso, hay que crecer ciertos factores a su alrededor para que genere resultados. Las podemos llamar premisas, mandamientos, puntos clave, set de ideas o requisitos, y nombraré aquí algunos antes de mostrarles claramente el proceso. 

La Innovación nace con la premisa de emprender con la menor inversión posible, en la menor escala de todas, con el menor presupuesto, para que con una práctica de iteración y de validación, junto con la energía que genera la alta velocidad, se crezca una idea en desproporción. Es decir, que un proyecto nazca en su semilla más atómica posible y que, como una reacción en cadena, se forme un tornado invertido que construya todo a su alrededor. En palabras castas, se prefieren pasos cortos y rápidos, que zancadas espaciadas en plazos largos. 

La innovación es una herramienta clave en la función de generar valor. ¿Qué significa generar valor? ¡La generación de valor la asociamos con crecer! Las ideas pueden convertirse en empresas y estas se pueden representar en marcas, historias, gente y otras definiciones. Pero su crecimiento definitivamente está descrito en números, y estos números están en unidades monetarias, es decir, ¡son números financieros! Si no genera valor, no se llama innovación. 

Entonces, si la innovación es Julieta, el crecimiento financiero es Romeo, para que exista uno, debe estar el otro. Si Julieta no está contenta, será complicada la vida de Romeo, y si Romeo no está contento, difícil serán los días de Julieta. Entonces, ¿para qué estar mal, si mejor felices los dos? ¿Cómo es posible esto? Un factor fundamental es mejorar el sentido de la escucha.

Al final, el mercado es quien genera este valor y “la plata está hecha, solo hay que encontrar las maneras de que fluya a través de nuestras arcas”.  Este ciclo se inicia escuchando el mercado. Cuando se escuchan sus dolencias, sus necesidades y se identifica aquello que hace falta o aquello por lo que está dispuesto a invertir. Entender ese sentido de compra, basado en una carencia o necesidad, es la primera cosa a tener en mente, como una tarea a todo nivel y de trabajo constante.

En este camino nos daremos cuenta de la importancia de diversas bases fundamentales de la innovación, que como organización deben hacer parte de una cultura absolutamente transversal.  

Hacen parte protagónica de esta receta:

  1. Que el equipo se mantenga continuamente curioso y cuente con la energía de poner en práctica proyectos de crecimiento.
  2. La gestión del conocimiento partiendo del autoconocimiento.
  3. La empatía organizacional y el liderazgo.

Por otro lado, como lo dijo el Quijote, “así como tenemos encantadores que nos protegen, tenemos encantadores que nos atacan”, por eso, es importante identificar los enemigos de la innovación.

El primer archienemigo se llama “La Mamera”, (desconociendo el alcance geográfico de la expresión, podemos mencionar sinónimos como “La Flojera”). Este primer enemigo tiene un principal objetivo: ¡dejarlo todo para después!, y es creativo en las excusas que buscan dejar cualquier cantidad de pendientes para el “Yo” del futuro, haciendo que este vaya acumulando infinitas tareas, después fermentadas y convertidas en remordimientos y frustración.

El “Yo” del futuro, soy yo, pero de más luego y esta persona que iré a representar puede sentirse o muy orgullosa o muy enojada con ese yo del pasado que decidió procrastinar, o simplemente dejar para después.

Un segundo archienemigo y al que le tenemos más respeto se llama: “La Rendición”, porque ¡rendirse es perder! La rendición puede ser el resultado de la indecisión, el miedo, o sentirse abrumado con las tareas infinitas que dejó el trabajo del primer archienemigo. Este archienemigo, si bien pone nuestro instinto continuamente a prueba y lo hace llegar a niveles espirituales, se empieza a poner fuerte y es en gran medida preocupante cuando las excusas se empiezan a volver la historia. “No dejes que las excusas se vuelvan tus razones”, escucho continuamente a un amigo decir.