Las organizaciones han adquirido un rol protagónico en la consecución de las aspiraciones e intenciones de toda sociedad; el bienestar y la prosperidad para sus miembros, no es producto de la casualidad. Dicho protagonismo ha obligado a las mismas empresas a buscar las mejores formas de administración que les permitan asegurar el cumplimiento de sus propósitos y así materializar los resultados necesarios. En esta búsqueda, el concepto de gerencia de la calidad se erige como un factor clave que marca una clara diferencia entre generar valor agregado de manera creciente para sus miembros o naufragar en sus intenciones.
De acuerdo a la Norma NTC ISO 9000 versión 2015, una organización orientada a la calidad promueve una cultura que da como resultado comportamientos, actitudes, actividades y procesos para proporcionar valor mediante el cumplimiento de las necesidades y expectativas de los clientes y otras partes interesadas pertinentes, ¿cómo llevar a cabo esta labor?, ¿de qué manera se pueden focalizar estos esfuerzos de forma óptima?
Los sistemas de gestión de la calidad, definidos como el conjunto de actividades mediante las que la organización identifica sus objetivos y determina los procesos y recursos requeridos para lograr los resultados deseados, son una de las herramientas de mayor valor agregado que hoy en día poseen las compañías. Esto con miras hacia un crecimiento sostenido y rentable. En este sentido, el rol de la gerencia de la calidad adquiere un valor fundamental definido a partir de cuatro actividades fundamentales: establecer, implementar, mantener y mejorar.
La acción asociada al establecimiento del sistema de gestión de la calidad, se enmarca en la identificación de las necesidades específicas de la empresa frente a su entorno y contexto. Asimismo es importante reconocer los factores de éxito y su directriz estratégica como rectora de la toma de decisiones. La implementación corresponde a la materialización de lo planificado en la realidad del día a día. Implementar incluye para la gerencia saber reconocer los elementos dentro de cada una de las áreas de su gestión que garanticen el buen desempeño. El mantenimiento soporta el dinamismo de la operación a través de la actualización y seguimientos a las acciones planificadas, anulando toda posibilidad de gestar modelos operativos de papel sin ningún tipo de valor agregado. La mejora continua obedece al incremento de la capacidad de la organización de dar cumplimiento a los requisitos establecidos, filosofía propia de la cultura oriental y que representa el mayor reto de la gerencia frente a su propósito de consolidar un sistema eficaz que contribuya efectivamente al cumplimiento de los objetivos de su entidad. De esta forma, es claro que la gerencia de la calidad va mucho más allá de garantizar unos cumplimientos aislados ante situaciones temporales. Su rol resulta decisivo para la gestión de los procesos y recursos que se requieren para proporcionar valor y lograr los resultados para las partes interesadas pertinentes, de forma eficaz y eficiente.