Una cosa es idear y otra muy diferente es materializar. Durante muchos años se nos ha invitado a desarrollar nuestras habilidades de creación, ideación, innovación, todas estas parecieran hacer parte de un lenguaje común de los tiempos modernos para emprendedores, empresarios, ¡inclusive para cualquier persona que aspire a tener siempre una mejor versión de sí misma!
Este discurso aparentemente se ha quedado en un “agujero negro” que atrae a miles y miles por su retórica más sin promover verdaderos impactos en la vida profesional y personal de los mismos. ¿Por qué?, porque en definitiva, no bastará con despertar ese “catalizador” de ideas si las mismas no convergen hacia elementos tangibles que permitan crear, comunicar y captar valor.
Es aquí donde se hace imprescindible el aprender a “dar forma a las ideas”, en otras palabras, pasarlas del pizarrón hacia prototipos de propuestas de valor, y precisamente en este punto es donde encontramos las mayores dificultades pero también las mejores oportunidades, donde, dejamos atrás la decepción tras el fracaso de una buena idea y llegamos a desarrollar y ofrecer lo que nuestros clientes realmente están esperando, es decir, captamos valor.
Alexander Osterwalder e Yves Pigneur, en su texto “Diseñando la propuesta de valor”, hacia el año 2015, sugieren que, en la práctica, las soluciones a los verdaderos problemas del mundo moderno surten un proceso caótico y no lineal donde verbos como diseñar, probar y ajustar adquieren un protagonismo nunca antes visto. En términos estrictos, un prototipo se define como “el primer ejemplar”. Debemos prestar especial atención a esta palabra “primer”, así, entrevemos que la materialización de una idea tiene como punto de partida la imperfección, este postulado, debería destruir las miles de barreras y paradigmas que normalmente nos ponemos a sí mismos, paralizándonos y mitigando las capacidades de actuar, obrar, ¡hacer!.
En este sentido, materializar las ideas se convierte en un ciclo permanente de prototipado, donde, las restricciones comunes de dinero, tiempo y talento no deberían representar obstáculos mayores porque son ampliamente superadas por el poder que traen consigo los “primeros ejemplares” para descubrir grandes potenciales, viabilizar propuestas, confirmar aciertos, identificar fallos, ¡y todo esto, de manera ágil, sencilla y económica! Si bien la ideación creativa representa el punto de partida, muy corta se queda cuando no supera los límites de la imaginación por medio de las herramientas de la experimentación y puesta a prueba de manera cruda, real y genuina, esto es, el prototipado. ¿Te atreves a poner a prueba tus ideas?